DATOS HISTÓRICOS DE LOS VIEJOS MOLINOS DE “CUNUGYACU”, HOY “POULTIER”
La ciudad de Latacunga ha tenido en la historia, especialmente en la colonia, numerosos obrajes que la han catalogado como ciudad de emprendedores, gente trabajadora, tanto en el área urbana como rural. El establecimiento de obrajes, molinos, batanes y demás, encontraron en este amplio sector, espacios para que las inversiones sean constantes y muy productivos. Se han evidenciado varios obrajes coloniales que han perdurado hasta bien entrado el s XX, a saber: Tilipulo, Patoa, muchos en Mulaló, Salcedo y Sigchos; en Latacunga, entre otros, los molinos de “Yanayacu” y “Cunugyacu”.
Corresponde, por ahora, ahora a saber algo de Molinos “Poultier”, una historia que por lo pronto da inicio hacia 1742, cuando el Cotopaxi demostró su poder fatal en tres ocasiones, la última en diciembre cuando los latacungueños se entregaron a la Virgen de las Mercedes, declarándola Patrona de la ciudad y del volcán. Gonzalo Barriga Quevedo en su obra “Convergencia de apellidos y estructuración de una estirpe”, da algunos nombres de molineros en Latacunga, tal como Ignacio de Villaroel, Dionisio Mogrovejo, Matheo de Tapia, Ramón Maldonado y José Paz Villamarín, este ultima se indica como propietario de Molinos “Cunugyacu”, justamente el obraje urbano que debemos atender en la historia por ahora.
Pues bien, el indicado señor Mogrovejo era padre de doña María Francisca Mogrovejo y Paz, esposa de don Luis Francisco Montes de la Riva y don José Paz Villamarín. Tenemos entonces al citado Paz Villamarín como propietario de los molinos, que a finales del s. XVIII está en manos de su yerno Dionisio. Lamentablemente se desconocen los datos de producción, que debe haber sido importante, pues consta el de “Cunugyacu” entre los más vitales del desarrollo de Tacunga, como parte de las industrias importantes de la ciudad, pues la molienda, con la agricultura y los tejidos eran las tres actividades que más ocupación traía a nuestros antepasados, apartes están las profesiones como la medicina y la abogacía.
A inicios del s XIX el molino está en poder de doña Rosa Mogrovejo y Paz Villamarín (Hija de Dionisio y nieta de José Paz), Rosa había testado el 31 de marzo de 1854, en este documento se indica que la heredera de dicho molino es su sobrina Manuela Romero y Mogrovejo, quien al fallecer, deja en herencia la industria a su hija Ramona Barba Romero, estamos en el año 1860 (ella era hija de Felipe Barba y Zar de Noboa, prócer y patriota de la Independencia, a su residencia llegó Sucre en mayo de 1822 en la calle Sánchez de Orellana), dicha señora Barba era esposa del Coronel Manuel Guerrero, quienes residían en Quito, por tal razón era imposible administrar dichos molinos.
El 17 de febrero de 1865 compran los molinos los esposos Pedro Rivas Zapata (nieto de Mariano Rivas Mogrovejo) y Rosario Gallo Negrete, por el valor de cinco mil pesos, cuatro mil de contado y el saldo a tres años. Cuarenta años estuvo en poder de la familia Rivas Gallo dicho molino, cuando fallece doña Rosario (ya viuda de don Pedro), heredan esta propiedad los seis hijos sobrevivientes: Carmen (de José Antonio Quevedo Endara), Josefa (de Rafael Cássola Ampudia), Vicente (soltero), Antonio (de Mercedes Cadena Ampudia), Manuela (de Cirilo González) y David (de María Elena Moreno).
Entre agosto y septiembre de 1894, los molinos pasan a poder de las dos hermanas Carmen de Quevedo y Manuela de González.
Cabe mencionar que en la última gran erupción del Cotopaxi, en junio de 1877, el molino fue testigo de sus “lahares”, que sin duda cubrieron la parte baja, que luego fueron limpiados para que siga el trabajo de molienda, esta es la diferencia con otros obrajes y molinos que no fueron evacuados del “agua lodo” y no pudieron seguir con su trabajo. En tal virtud es Molinos “Poultier” la única empresa que prosiguió con la misma labor que siglos atrás había iniciado; los molinos de la Casa de la Cultura siguieron con su misma labor de molienda hasta 1960.
Ya al inicio del s. XX tenemos en escena al francés Carlos Arsenio Poultier Morín, nacido en 1857 en San Ellier (hijo de Zacarias y Angela), quien había llegado al país a trabajar en la modernización de la molienda en varias ciudades, entre ellas Ambato, en Molinos Miraflores de la firma “ Lafite-Charpantier”, luego de varias vicisitudes y problemas de dinero, viene a Latacunga junto a su esposa y prima Angela Alfonsina Morín, adquiere el molino el 7 de octubre de 1905 en 9 mil pesos oro (claro está que desde 1884 la moneda en Ecuador era el sucre, pero se seguían pactando negocios en pesos oro, cuando las cantidades era altas), los moderniza al sistema de cilindros, dejando un poco –reitero, un poco- de lado a las antiguas piedras de moler, que eran movidas con las aguas del Cunugyacu. Poultier deja una huella de modernidad en la ciudad, en una empresa de varios siglos que requería la mano de un extranjero experto en el tema. En efecto, el 14 de septiembre de 1912, Poultier se presenta ante el Notario Pacheco, en esta ciudad, para indicar que dos ciudadanos parisinos de apellidos Renault y Tripelle, que residen en Rus Jean Jacques Rousseu, les confiere poder para contratar un molinero en París para que lo más pronto posible se traslade a Latacunga para laborar en su establecimiento, sin duda era parte de la modernización de sus molinos, que los adquirió hace ya siete años.
Los viejos molinos comienzan a ser denominados “Poultier”, por su propietario y por la influencia que éste produjo en la empresa, en la cual laboraban unas veinte personas.
Cuando Poultier adquiere los molinos se rompe una saga generacional de casi 160 años de propietarios, familiares de los Mogrovejo y Rivas, poco usual en la historia de nuestra industria nacional. Poultier testó en Latacunga en 1921 (no dejó sucesión y falleció de una gripe complicada y encefalitis, según su esposa), año en que falleció un 24 de enero, pues su esposa Angela Alfonsina vende, el domingo 30 de enero siguiente los molinos en la cantidad de 170 mil sucres, a los caballeros Enrique Bueno Guzmán y José Pío Escudero Espinosa.
Poultier fue enterrado en Latacunga, se puede visitar su singular y único catafalco romano en el cementerio de la ciudad, donde se puede leer “ciudadano francés”, es más, se encuentra cerca a los restos de su tocayo y coterráneo Arsenio Robert Martinod, conocido molinero en la Costa ecuatoriana, Salcedo y Latacunga, tronco de las familias Córdova Robert, Córdova Cepeda y demás.
La nueva etapa de molinos “Poultier” tiene como protagonistas a dos caballeros que los mantuvieron hasta 1942 (algún momento formaron parte de las acciones los señores José Federico Ponce, Carlos Alberto Calisto Chiriboga y Alfredo Martínez Pozo, este último suegro de José Antonio Bueno y Presidente del Concejo de Latacunga en 1924), cuando los adquiere el hijo de don Enrique, el quiteño José Antonio Bueno Stacey, era el año 1942 y es cuando los molinos vuelven a ser producto de una modernización que duró más de 40 años, pues su producción aumentó de manera considerable, al decir de Bueno Stacey, la producción que abastecía en algo a la demanda nacional, fue superada y el ejemplo es que lo que antes se producía al año, se transformó en producción mensual (15 mil quintales) y que luego lo transformó en 1500 al día, con reservas que habrían superado los 100 mil quintales asilados.
Pero quien fue José Antonio Bueno?, sepamos brevemente algo: nació en Quito en agosto de 1907, fue hijo de Enrique Bueno Guzmán y Margarita Stacey Corral (la señora Margarita fue hija de Amelia del Corral Escudero y nieta de Margarita Escudero Carrión, de la misma familia que vivía en Tigua y/o Guigua –Pujilí- en la afamada hacienda a la llegó el Libertador Bolívar), por ello José Antonio tuvo ascendientes cotopaxenses.
José Antonio trabajó en los molinos “Niágara” en esta ciudad, fue concejal del Cabildo latacungueño, Presidente encargado, filántropo de reconocido prestigio (Asilo de Ancianos por ejemplo), Presidente de la Cámara de Industriales, del Tennis Club y por ser propietario durante 4 décadas de Molinos “Poultier”, fue un destacado y respetado industrial; se casó en junio de 1937 con María Inés Martínez Espinosa, con sucesión. Falleció en Quito en agosto de 1989. Vendió los molinos al industrial y potentado ambateño Luis Noboa Naranjo, actualmente es propiedad de su hijo Alvaro Noboa Pontón. La gerencia está cargo del Ing. Patricio Eastman Pérez (nacido en 1951, casado con Sara María Baquerizo Amador, esta última hija de Sara María Amador Pontón), con ascendencia de familias cotopaxenses, por su relación paterna con la familia Lasso, descendientes de los Marqueses de Maenza.
Finalmente, hay que decir que Latacunga tuvo más de 50 molinos, muchos de ellos de pequeña producción, entre los más destacados constan los de “Yanayacu” y “Cunugyacu”, no siendo los únicos, pues hay que señalar aquellos fueron del Dr. Eduardo Vásconez Cuvi (“Sta. Josefa” en Rumipamba); los ubicados junto al puente “Cinco de Junio” de la familia Villacreses Lasso y otros más. Muchos molinos fueron arrasados por la furia del Cotopaxi, algunos se limpiaron y siguieron con la molienda, otros quedaron en el olvido, solamente los antiguos “Cunugyacu” y modernos “Poultier” han seguido con la molienda y producción.
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